¡Mamá, mamá despierta, que se me va a hacer tarde para
ir a clase! Sólo tenía 5 años y quizás por eso guardaba toda la ilusión y la
fuerza de la vida; cada día era una nueva oportunidad y no quería que se me
escapara ninguna, así que apremiaba a mi madre para que se levantara y me
preparara el desayuno.
Ella tenía bastantes más obligaciones que yo. Siempre
se iba a la cama agotada y por eso le costaba más que a mí. Puede que hoy le
pase lo mismo a la sociedad española en general; necesitamos un impulso, y
necesitamos, sobre todo, despertar del conformismo y pasar de las palabras a la
acción.
Son demasiados los malos momentos; demasiados los
agujeros con los que nos han obligado a apretarnos el cinturón, mientras unos
pocos – particularmente bancos y grandes políticos - mantienen la holgura. Y
demasiadas también, las mentiras o las interesadas interpretaciones con las que
nos golpean día tras día.
Esta semana entró en vigor una nueva subida del precio
de la luz, la tercera en lo que va de año, y hemos conocido que los
Presupuestos Generales del Estado para 2014 congelan sueldos para funcionarios
y vuelven a reducir la inversión para el empleo en Canarias.
Como contrapartida, sin embargo, nos han querido
vender que las pensiones suben un 0,25 por ciento, es decir, 1 euro para los
que cobren en torno a 400 euros mensuales y 1 euro y medio para los que tengan
el sueldo medio, que para el común de los mortales es de unos 600 euros/mes,
pero para los diputados nacionales de fuera de Madrid suman 1.800 euros, tan
sólo en concepto de manutención, añadidos a los 2.800 euros que cobran como
salario regular.
Todo esto y mucho más lo sabemos y comentamos en
tertulias de despacho o sobremesa, pero poco más. Nos han convencido de que
nada se puede hacer y cada uno intenta arreglárselas como puede. Llegamos así a
extremos como el que estos días se vive en Candelaria, donde sólo Altesa se ha
decidido y el resto de los supermercados se niegan a colocar un carrito de la
compra para que el consumidor pueda hacer una aportación a una campaña de
solidaridad alimentaria.
Y llegamos así a no participar ni en las
manifestaciones o consultas que se convocan, cuando en realidad lo que debería
suceder es que cada día, y cada vez con más fuerza, se expresara el desacuerdo
con tantas y tantas políticas injustas. ¡Despierta! Decía aquella pequeña que
quería ir al colegio, y despierta se ha oído gritar a muchos pueblos. Hoy más
que nunca, ¡Despierta!
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