“Había una vez un rey que tenía tres hijos…” Podía ser el comienzo de uno
de los muchos cuentos que mi madre me contaba de niña y que guardo entre mis
mayores tesoros; un cuento como los que siempre dan comienzo a El Recortable,
pero es parte de la realidad de España.
Desde hace ya casi 38 años este país tiene un monarca, que además fue proclamado
el día de mi cumpleaños, de modo que de verdad podría ser el protagonista de
una de las historias de mi infancia. Sin embargo, mucho me temo que este relato
no terminará con un “… y comieron perdices y vivieron felices”.
Son demasiadas las familias que comen gracias a la solidaridad ajena que,
claro está, no incluye aves selectas en el menú. La crisis ha golpeado con
fuerza y la situación es bastante triste. Escasean los recursos y se imponen
los recortes hasta en servicios básicos como la sanidad, que pierde calidad y
sufrimos el común de los mortales, aunque no el rey.
El mandatario español tiene que volver a operarse - la intervención quirúrgica
número 13 a la que se somete, la quinta en apenas año y medio – y de nuevo ha
optado por la asistencia privada, evidenciando así su escasa creencia en el
sistema público.
El
rey da ejemplo a sus tres hijos y a toda la nación; escoge el Hospital Universitario Quirón, de Madrid, y hasta allí se han
desplazado fieles los medios de comunicación, a los que no les ha faltado
espacio para relatar los pormenores de la llegada, el traslado al quirófano, la
visita de la reina y demás avatares, a cual menos relevante.
Poco importa a la sociedad tanto detalle; duele, sin embargo, que para
unos haya tanta celeridad y para otros tanto retraso. Y duele también que se
siga manteniendo a la corona y a toda su descendencia, mientras se asfixia al
ciudadano con subidas de tarifas – véase el reciente anuncio del Ministro de
Industria sobre el recibo de la luz - y supresión de prestaciones.
Ante un panorama tan sombrío, sólo cabe utilizar la frase que en su día
hiciera célebre al monarca cuando se dirigió al presidente de Venezuela.
Habría, eso sí, que cambiarla un poco, de modo que aquel “¿por qué no te
callas? quedara en un ¿por qué no te largas?
Nada tengo contra Juan Carlos, pero el tiempo de los reinados ya pasó. Tal
es la necesidad que, aunque el PP y el PSOE atraviesan uno de los peores
momentos en su relación política, esta semana los partidos coincidieron, con
distinta intensidad, en abrir la posibilidad de regular, por primera vez desde
que se recuperó la democracia, el papel del heredero del trono. A ver si avanzamos.
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