jueves, 20 de marzo de 2014

La culpa fue del cha cha chá



La culpa fue del Cha-cha-chá, sí fue del Cha-cha-chá, que me volvió un caradura por la más pura casualidad.  La letra sonaba en todas las emisoras de radio y en todas las fiestas. Niños, jóvenes y no tan jóvenes tarareábamos aquel estribillo. Eran otros tiempos, buenos tiempos para los grupos musicales españoles y para la creación artística en general.

Gabinete Caligari popularizó la canción en 1989; la década tocaba a su fin y se aventuraba un cambio de tendencia como el que, sin lugar a dudas, se producirá si continúan las excusas mil veces repetidas por el Partido Popular y todos sus miembros, unas palabras que no pueden sino llevarnos a otro cambio, el cambio que la sociedad necesita.

Ha pasado demasiado tiempo desde que llegó al poder la aplastante mayoría absoluta del PP. No caben por tanto los manidos argumentos del señor Rajoy y todo su equipo. La realidad es que han incumplido todas sus promesas, y ya no hay quien se crea que la culpa la tiene el Ejecutivo anterior.

Resulta tremendamente triste y muy, pero muy, decepcionante que se siga reiterando el discurso fácil y vacío que esta misma semana volvió a pronunciar el presidente del Gobierno. Rajoy no se corta y achaca la subida de impuestos, que entre otras cosas están hundiendo la cultura nacional, a la “nefasta” política económica de Zapatero.

Demasiada caradura es lo que hay y no por casualidad, sino porque en este país parece haberse instaurado aquello de “todo vale en la poltrona del poder”. Si esa es la filosofía que guía las acciones nacionales y entre ellas la próxima reforma fiscal, está claro que nada bueno puede esperarse.

Seguiremos pagando más los trabajadores y la clase media; se seguirá castigando la cultura, la educación o los servicios públicos y, mientras se favorece a las grandes fortunas y rentas altas, se siguen tirando pelotas a los tejados ajenos.  Así no hay manera ni de salir de la crisis ni de recuperar el prestigio de la política.

Los representantes públicos sin excepción - gobierno con más motivo, pero también oposición - tienen que dejar de tratar a la ciudadanía como si aún no hubiéramos alcanzado la madurez suficiente. Treinta y cinco años de trayectoria democrática no son demasiados, pero sí suficientes para dejar de ser niños y no tolerar más engaños.

Pese a lo que decía aquella canción que se extendió más allá de su tiempo, superando incluso los años noventa, la culpa no fue del Cha-cha-chá, y el pueblo ya no puede seguir haciendo frente a la situación con torería y valor.

jueves, 13 de marzo de 2014

Buenas noticias




¡Mamá – grité -, me ha crecido una manzana en la barriga! En realidad no era más que un dibujo, pero me encantaba mirarlo y acariciarlo. Esa tarde teníamos que salir en la cabalgata del Carnaval y los mayores ya se habían encargado de pintar a los más pequeños. Íbamos de rumberos, con muchos volantes en los brazos y en las piernas, un top anudado bajo el pecho y en el estómago, una fruta de vivos colores.



Era mi primer disfraz y al año siguiente me convertiría en una india apache, camuflada bajo  una tela de saco deshilachada y adornada con cintas que brillaban; plumas en la cabeza, y mucha imaginación. Luego vinieron los trajes de súper héroe, de policía, de pirata, de bruja, de peluches, de zíngara… Todos han vuelto a aparecer estos días, en los que es posible recuperar la risa.



¡Santa Cruz está en Carnaval y me encanta! Cualquier cosa que puedes imaginar se hace realidad. He hablado con el Doctor Purpurino, que me recomienda mucha, mucha marcha; y he compartido bebida con famosos roqueros y estrellas de cine, bailado con exuberantes mujeres, descubierto lugares junto con investigadores secretos, y hasta he viajado al país donde aún viven los cavernícolas.



Pido perdón a aquellos a los que hemos incordiado con las risas, la música, los chistes y los cantos, que han inundado las calles de la ciudad, hasta donde se han aventurado incluso los carritos de los supermercados, pues más de uno he visto en medio del jolgorio. Lástima que luego se queden abandonados y que a la mañana siguiente ofrezcan un feo espectáculo, pero no pensemos en cosas feas porque, además ¡ha bajado el paro!



El desempleo descendió en febrero en Canarias en 483 personas, un 0,17 por ciento, según los datos publicados esta semana por el Ministerio de Empleo y Seguridad Social, que también resalta la primera bajada en el segundo mes del año desde 2007. El número de personas sin trabajo en el Archipiélago se sitúa en 275.551. ¡Uf, todavía son muchas! Sin embargo, tenemos que alegrarnos por la evolución positiva, aunque sea muy leve.



Positivo es también que la Seguridad Social haya ganado una media de 1.726 afiliados, de modo que se registran un total de ocupados de 662.936 personas. ¡Siguen siendo pocas! No obstante, esta semana vamos a empeñarnos en ver el vaso medio lleno, en lugar de medio vacío. Dejémonos envolver por la magia y la alegría de estas fiestas y al menos por unos días seamos lo que se dice felices como en aquellos felices días.


Las cosas van peor




Mi madre nos vio jugando. Yo quería que mi hermana me enseñara a subir al árbol – ella siempre ha sido más hábil que yo – y la buena mujer se sintió feliz. Le gustaba que sus dos hijas se entretuvieran juntas, pero aquello no era más que un espejismo, una ilusión, aunque no tan falsa como la frase que últimamente le ha dado por repetir al señor Rajoy.

“Las cosas van mucho mejor”, asegura de manera reiterada, atreviéndose incluso a acusar de ceguera a quienes no lo creen y que según los últimos sondeos son casi la totalidad del pueblo español. Una encuesta publicada recientemente muestra que el 91 por ciento de los ciudadanos cree que la situación de la economía española es mala o muy mala.

¿A quién queremos engañar? Tal vez el dirigente del Partido Popular hable para una sociedad distinta a la nuestra; tal vez sus mensajes se deben sólo a su situación particular, o tal vez se niegue a ver. Puede que España haya salido de la recesión y que haya leves crecimientos. Sin embargo, lo que el común de los mortales notamos es que el paro sigue siendo terrible y los impuestos o servicios básicos siguen subiendo.

Señor Rajoy, usted no está arreglando la herencia negativa recibida del Gobierno anterior, como tanto le gusta repetir a su partido; más bien es al revés, está estropeando lo poco bueno que quedaba y encima pretende hacernos pasar por tontos o, le voy a conceder el beneficio de la duda, se resiste a entender, como sí entendemos la mayoría, que en realidad las cosas van peor o cuando menos, permanecen.

Las levísimas mejoras que pueda estar registrado la macro economía, que no la economía familiar – son ya demasiados a los que se les agotan las prestaciones sin encontrar trabajo -, no se deben a políticas del PP, sino a cambios de ciclo y acciones externas.

Mi madre tampoco quería darse cuenta, pero la realidad es que de pequeñas mi hermana y yo no congeniábamos mucho. Cuando finalmente me subí al árbol empecé a comer nísperos y no le daba ninguno. ¡Oye – me dijo -, que yo te daba a ti! Pero en mi egoísmo infantil quería saborear la victoria yo sola y me negaba a darle nada.

Yo la quería mucho, pero rivalizábamos en nuestro descubrimiento del mundo y eso nos llevaba a continuas e infructíferas peleas. Sólo con el paso de los años comprendimos que cada una tenía su espacio y que había espacio para las dos; que nos complementábamos y que juntas alcanzábamos mejores resultados. ¿Podrán hacerlo nuestros representantes? ¿Cuándo llegará la madurez política a nuestro país?

sábado, 1 de marzo de 2014

En el país de las maravillas




Mi madre me sentaba en el suelo con una lata de galletas. Antes no teníamos lavadora y ella pasaba buenos ratos en la pila o en la máquina de coser; tenía que lavar  o arreglar la ropa del trabajo de mi padre, necesitaba que yo estuviera entretenida, y lo conseguía con lo que más me gustaba.

Yo daba pequeños mordiscos e imaginaba nuevas formas para aquellas deliciosas maría que comía hasta no poder más. Eran un recurso infalible para que me quedara tranquila un rato, y mi madre lo aprovechaba: Las galletas y yo, pero la fórmula no siempre funcionaba y entonces me contaba un cuento.

“El del país de las maravillas mamá”, pedía entusiasmada, para poco después, entre bocado y bocado, dejar volar mi imaginación por aquellos mundos de ensueño que ayer se  volvieron a hacer presente al escuchar el discurso del presidente del Gobierno de nuestro país: “Hemos dejado atrás la crisis”, dijo y yo me quedé boquiabierta.

Instintivamente corrí a la cocina y abrí un paquete de galletas, pero esta vez no logré satisfacer mis nervios ni siquiera cuando el líder de la oposición pronunció las palabras que yo pensaba: “Señor Rajoy, ¿en qué país vive usted?” No es cuestión de posiciones políticas  y sí de verdades tan claras como el agua cristalina: España tiene más paro, menos derechos y peores servicios.

Entristecida decidí cambiar de canal; si no es bueno confundirnos con falsas alegrías, tampoco lo es que dejarnos vencer por el pesimismo, pero es que a nivel regional la cosa no va mucho mejor. El Parlamento canario apoya pedir un referéndum sobre los sondeos petrolíferos que amenazan con cambiar el color de nuestras costas: el azul podría volverse negro. ¡Uf, y ha muerto Paco de Lucía, encima! Mejor seguimos cambiando.

¿Un poco más cerquita quizás? “El ámbito local tal vez nos ofrezca alguna alegría”, pensé, pero entonces tropecé con Las Teresitas y el mamotreto, que me llevó a los años en los que se aseguraba que se iba a hacer la mejor playa para el pueblo de Santa Cruz, tapadera para comprar por millones lo que ya era nuestro, y construir lo que hoy nos costará derribar y que debe derribarse sin excusas.

El conejo blanco del cuento seguía saltando: “llego tarde, llego tarde” y volvía a desaparecer, única manera quizás de no dejarse atrapar por la realidad que nos rodea y que en nada se parece a la historia de fantasía dibujada en el discurso presidencial.