Nunca
lloré por tener que ir a clase. Al contrario, pues dice mi madre que con menos
de 3 años peleaba para que me dejaran ir con todos esos colegiales a los que
desde la puerta de casa veía pasar con sus maletas.
Y
tanto insistí que hasta convencí a las monjas encargadas del preescolar para
que me admitieran, aunque no sin antes demostrar que no me hacía pis, sabía las
vocales y coloreaba sin salirme del contorno de los dibujos.
Entonces
comenzó mi relación con el 13, mi número de la lista durante toda la etapa
escolar, la más fértil y feliz de toda mi vida. Siempre cargada de optimismo e
ilusión por lo aprendido y lo que podía descubrir.
Y
optimismo e ilusión también han querido transmitir algunos representantes
públicos en sus mensajes de fin de año y pronósticos para el nuevo ejercicio, que
curiosamente ha empezado en martes y termina en 13.
Los
martes 13 son días cargados de connotaciones, en general negativas por aquello
de los trece comensales de la última cena o el dios de la guerra. Sin embargo,
¿qué importa la fatídica fecha o la cruda realidad?
Rajoy
pide comprensión y justifica sus reformas; De Guindos dice que España creará
empleo en el último trimestre del año, y Rivero afirma que 2013 será mejor que
2012 y que Canarias avanza hacia un tiempo mejor.
Imposible
creer en los políticos. No sólo se han convertido en especialistas de “donde
dije digo ahora digo diego”, sino que además sus palabras llegan acompañadas de
hechos como un índice de paro regional que supera el 33 por ciento, subidas de
precios en servicios básicos e impuestos o eliminación de deducciones por
vivienda.
Claro
que 2013 puede tener una lectura positiva, que no tiene porqué ser posible sólo
para quienes ven suerte en lo que otros ven negro - tal vez con esto tenga que
ver el crecimiento de la brecha social o que haya más de 300 políticos
españoles imputados por corrupción.
Pero
si se quiere dejar de lado las supersticiones o malos augurios y transmitir
esperanza, tal y como parece que han pretendido hacer nuestros políticos al no
prestar atención ni a las creencias y ni a los sufrimientos populares, hace
falta algo más que palabras huecas. Imposible conseguirlo cuando no existe más
plan que recortar y recortar para que cuadren las cuentas.
El
horizonte de aprender y hacerme grande me hacía levantarme temprano y correr
contenta hasta llegar al colegio. Era y quiero ser optimista, pero ¿cuáles son
las expectativas de los gobiernos? ¿Qué proyectos tienen para los canarios y
todos los españoles?
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