¡Cuántas
cosas desconocemos cuando somos pequeños! Yo ni siquiera conocía la palabra
cárcel y nada sabía tampoco de los políticos. Mi mundo era feliz, y feliz crecí
hasta que descubrí cosas por las que quise volver a ser una niña y mantener
intacta la inocencia.
Hoy
es del todo imposible. El conocimiento lleva a la indignación, que resulta
inevitable aunque se intente conservar la esperanza y vivir con alegría. Cada
día se descubre un nuevo motivo para el hartazgo; cada día una nueva noticia
sobre fraudes, malversaciones, prevaricaciones o estafas.
Injusticias
perpetradas desde el poder que injustamente no son condenadas, pues para eso
hay recursos y entre ellos la inmunidad parlamentaria, que al parecer podría
retirársele al que fuera alcalde nacionalista de mi pueblo, en la actualidad
pendiente de un posible juicio por presunta irregularidad en contratos de
obras.
Mucho
temo, sin embargo, que tampoco en ese caso vaya a esclarecerse nada. En el
pasado y en el presente abundan los ejemplos del poder libertador que poseen
las influencias y el dinero, dos grandes aliados que a ningún banquero – véase
el caso del ex presidente de Caja Madrid, Miguel Blesa- o gran político les
faltan.
Más
bien sucede lo contrario y sino que se lo pregunten a Esteban González Pons,
vicesecretario general del PP y afilada espada contra el PSOE, al que no le
duelen prendas cuando habla de crisis, de austeridad o de culpables, mientras
cobra 1.455 euros al mes de su partido y otros 1.823 euros mensuales del
Congreso para costearse una vivienda en Madrid.
Esteban González Pons recibe del PP y del Congreso
más
de 173.496,41 euros al año, según se desprende de la
Declaración de Bienes y Rentas entregada al Congreso, donde no se incluye su
retribución como diputado, 60.305,24 euros anuales brutos, ni la compensación
para vivienda, que en total suma cerca de 40.000 euros anuales, según ha dado a
conocer esta semana Eldiario.es
Pero
seamos optimistas. Pensemos que con suerte se cumple aquello de que “el que la
hace la paga”. Puede que entonces Jorge, psicólogo en Tenerife II, haga que
algún político reconozca su falta; tal vez Marcos, que trabaja en la UTE, le
facilite la reintegración social, o que Luis le ayude a recuperar la sonrisa.
Y puede
también que descubramos que ningún representante público o banquero cometió
graves faltas. Poder se puede, pero antes debemos reconocer que tal afirmación
sólo puede ser fruto de una imaginación infantil.
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