Era
amarillo y muy ligero. Se habían puesto de moda y los Reyes Magos no lo
dudaron. Uno para mí y otro para mi hermana, que nada más cogerlo supo cómo
usarlo. Siempre ha sido más hábil que yo y, aunque ahora lo digo orgullosa, de
pequeña me enfurecía. Corrí hacia ella y le quité su hulahoop. No era posible
que siendo más pequeña lograra lo que yo no podía. Supuse que su juguete era
mejor que el mío, pero mi destreza no mejoraba.
Cuando
terminó de reírse, mi madre cogió a las dos niñas y nos obligó a hacer buenos
propósitos. “Acaba de comenzar un nuevo año y vamos a intentar llevarnos
mejor”, nos dijo y las dos aceptamos. Yo me comprometí a compartir el aro
amarillo que quedaba sano y mi hermana aseguró que me enseñaría unos trucos, de
los que me he acordado a raíz del primer encuentro anual de los presidentes
Rivero y Rajoy.
Claro
que lo que nos disputábamos mi hermana y yo era sólo un juguete y lo que está
en juego entre los mandatarios canario y nacional es la posibilidad de una
financiación más justa para el Archipiélago o, lo que es lo mismo, que se
reduzcan las diferencias y haya un mayor equilibrio inter regional.
¿Es
posible? ¿Cabe un mayor entendimiento y un mejor reparto de los fondos públicos
nacionales cuando se apuesta por el centralismo, se imponen criterios de
población y se relegan singularidades, o cuando existen comunidades autónomas
que pese a ser de las más ricas se sienten agraviadas y plantean la
independencia?
El
actual gobierno de España no está sabiendo conciliar intereses. Más bien
alimenta descontentos, que ya surgen
incluso entre las disciplinadas filas del partido que ostenta el poder. Puede
que tengan razón quienes reprochan el discurso victimista que caracteriza a los
nacionalistas canarios y, sin embargo, el mensaje hoy tiene más razón que
nunca.
La
visión de las Islas que se trasluce tras las cuentas estatales se corresponde
más con la de un lugar para que nacionales y extranjeros pasen sus vacaciones
que con la de una autonomía con los mismos derechos de progreso y desarrollo
que el resto del país. ¡Pero si hasta se ha reimpuesto el certificado de
residencia para que los canarios podamos viajar!
La
crisis ha servido de excusa para que el Gobierno central reduzca de manera muy
alarmante el dinero que destina a Canarias, por lo que temo que los buenos
propósitos presidenciales de este inicio de año
se asemejen a aquellos de mi niñez, impuestos por las circunstancias y,
en este caso, ni siquiera guiados por el amor entre hermanos.
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