Siempre
me gustó más la Pepsi y hasta hubo un tiempo en el que mi favorito era la
Mirinda… Llevaba una falda de pana marrón, con un peto en el que destacaba un
gran girasol amarillo. Era mi primera
boda y bebí cuanto pude. Escondida bajo una mesa con mi tío Javi, tan sólo dos
años mayor que yo, acabamos con todos los refrescos de la fiesta.
Luego
llegaron las modas, los anuncios… y la chispa de la vida se impuso, pese a que
no han sido pocos los nutricionistas que han advertido de los efectos nocivos
para la salud. El ser humano, sin embargo, siempre se ha dejado tentar por el
pecado. El riesgo nos llena de adrenalina y gozamos aunque conozcamos los
daños.
Además,
la bebida negra y gaseosa nunca ha estado prohibida, así que nos dimos todos a
la lujuria de las burbujas hasta que esta semana la realidad se hizo presente y
empezamos a reaccionar, pasando de aplaudir geniales publicidades y consumir
como posesos a declararnos en huelga de bebida.
Los diputados del PSOE afirman que no beberán Coca-Cola mientras la empresa mantenga despidos. Pretenden forzar a la multinacional a asegurar los 1.250 puestos de trabajo amenazados en España – 50 en Canarias -, por medio de un ERE que se ha propagado en las redes sociales con frases tan ingeniosas como “coca cola del paro”.
Las
pretensiones de la empresa se consideran injustificadas, pues hay beneficios, pero
justificación y raciocinio han pasado de moda. Los hechos ya no tienen una
verdad global, y así hay quien considera acertadas acciones y frases tan
vergonzantes como el bloqueo de casi 7.000 preguntas de la oposición por parte
del presidente del Senado; la fijación de un sueldo para la reina y la
princesa, pagado con dinero público que no tenemos, o la exigencia de “que se
calle”, lanzada nada menos que por el presidente del Gobierno al líder del
PSOE.
Imprudente
e inapropiada, pero la de Rajoy no es la única salida de tono semejante que en
los últimos días ha protagonizado la derecha española, en la que también figura
la “bien arreglada” vicepresidenta y sus denuncias ante los escraches, o María
Dolores de Cospedal, que ha asegurado que “es el PP o la nada”.
¡Vaya
talante democrático el de este país! No es de extrañar que nos encontremos en
un momento tan efervescente como los refrescos recién abiertos. No hay más
hueco para tanta palabrería. Ni recuperación ni fin de la crisis, pregunten si
no a los trabajadores de la popular bebida que pronto podrían sumarse a los
millones que ya sufren el paro.
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