Tenía sólo tres años y medio, pero ya
quería decidir sobre todo lo que me rodeaba, así que cuando ella me puso el
pantalón de peto a cuadros zapateé, grité y lloré hasta que conseguí
quitármelo. ¿Pero por qué no quieres vestirte? Preguntó mi madre mientras yo me
negaba a ponerme la ropa.
“Quiero el traje amarillo”, balbuceé.
Eso no puede ser, me dijo ella y yo volví a zapatear, gritar y llorar. Entonces
me sentó en sus rodillas e intentó tranquilizarme: “No ves que es pequeño”, me
explicó. ¿Por qué? ¿por qué se ha hecho pequeño? Insistí. “Porque tú te haces
grande”, me respondió.
Encantada con tal descubrimiento, dejé
que me vistiera y corrí a la calle; tenía que contárselo a todo el mundo: ¡Yo
me hacía grande! Y el tiempo me enseñaría, además, que diálogo y acuerdos son siempre la mejor
opción. Cuando crecemos ganamos en capacidad de raciocinio, que debería dominar
a todo político y, pese a todo, abundan los ejemplos en los que la razón se
subordina; la voluntad popular se relega, y los oídos se vuelven sordos.
Poco importan las protestas contra los
sondeos petrolíferos en Canarias; de nada sirven las advertencias sobre los
daños medioambientales, ni la voluntad de una consulta popular expresada por el
Gobierno regional, el ministro Soria, al que también podríamos llamar don erre
que erre – salvando las diferencias con aquel entrañable actor y divertido
personaje -, acaba de anunciar que las prospecciones comenzarán entre junio y
septiembre.
Soria
ha recordado que los expertos cifran en unos 140.000 barriles diarios durante
veinte años la cantidad estimada que podría extraerse a unos 60 kilómetros de
las Islas; se olvida, por el contrario, de que el
turismo, nuestra principal industria, podría verse afectado por la presencia de
plataformas, buques petroleros y otras circunstancias.
Se olvida
igualmente de que existen otras posibilidades de desarrollo que no contravienen
a la mayor y más importante fuente de ingresos del Archipiélago. Claro que ya
lo apuntó otro miembro del PP, de cuyo nombre mejor no acordarse, pues sin
pudor aseguró en el Parlamento, que es una “fantasía irrealizable” abastecer a
Canarias con energías renovables.
¿Y qué otra
cosa podríamos esperar de quienes se niegan a ver el sol, escuchar el viento o
bañarse en el mar? o, lo que es aún más sangrante, ¿qué esperar de los que
castigan el paupérrimo bolsillo del ciudadano con subidas y subidas del precio
de la luz? No, no todos crecemos igual. Definitivamente hay gente que de manera
egoísta e irracional sigue empeñada en ponerse aquel traje amarillo, que ya no
nos vale.
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