“Cuando
quieras que algo no se sepa, no se lo digas a nadie”, me advirtió mi madre
después de que le contara que mi mejor amiga me había traicionado. Yo hasta
entonces, y me temo que aún hoy, confiaba ciegamente en la amistad. Pese a las
continuas decepciones, sigo creyendo en la gente.
Mi
madre siempre ha sido más sabia, más prudente, mejor. Es una mujer única, una
reina que nada y mucho tiene que ver con la realeza española. Nada porque está
por encima de cualquier título nobiliario, su mérito es mucho más grande, y
todo porque acabamos de saber que el rey Juan Carlos también practica sus
enseñanzas.
El
monarca español no confió ni al Papa, cuando le vio en abril, ni a los jeques y
sultanes del Golfo, a los que llama hermanos, que iba a traspasar la herencia
recibida de sus antepasados e impuesta por Franco. Igual que me aconsejaba mi
madre, él no dijo nada de la abdicación a favor de su hijo.
El
pasado lunes nos desayunamos con la noticia del año, un secreto bien guardado y
para el que, al parecer, se barajaron hasta tres posibles fechas. Todo estaba
calculado y todo sigue estándolo, pues ya sabemos incluso que Felipe ascenderá
al trono el próximo día 18.
Rápido,
rápido, rápido. Lástima que no todas las cosas funcionen igual en este país, y lástima
también que los gobiernos no sigan, como yo, creyendo en la gente. Se dicen
democráticos y se les llena la boca hablando de la voluntad popular, pero la
realidad es que ni escuchan ni quieren escuchar al pueblo.
Arropados
en normas y procedimientos, cierran las puertas al fundamento mismo de la
organización social que defienden. Rechazan las consultas ciudadanas y desoyen
gritos como el de “Borbones, a las elecciones”, que miles de personas han
gritado en las calles. ¿Por qué no hacer un referéndum? ¿Por qué negar la
posibilidad de que la población decida?
El
desprecio del gobierno no sólo se pone de manifiesto en el tema de la monarquía,
de eso sabemos bien los canarios, que también estas semanas hemos asistido a la
cerrazón estatal respecto a las prospecciones petrolíferas. Nos tratan de
imponer una marea negra, pese a que las Islas son ricas en energías solar,
eólica e hidráulica.
¡Cuánta
torpeza! Pero Canarias seguirá luchando, y a nivel nacional puede que el que
todavía hoy es príncipe sea listo y sorprenda a España con el anuncio de una
consulta de la que, sin duda, todos saldríamos reforzados. Él podría tener el
respaldo o la tranquilidad, y nuestro país alcanzaría la unidad, la proyección
de modernidad y el impulso que necesita.
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