Cuando me
tocó optar por un idioma marqué la casilla de Inglés, pero en aquellos tiempos
poco se podía escoger. Tenía 11 años y los planes de estudio decían que era el
momento de iniciarse en una lengua extranjera. Sin embargo, faltaban docentes y el Francés se impuso como única
alternativa.
De
momento no iniciaría el camino que imaginaba me llevaría a viajar y vivir en
Nueva York, pero descubrir algo nuevo siempre me pareció fascinante, de modo
que dos días antes del comienzo de las clases, cuando mi madre trajo los textos
que acababa de comprar en la librería, me puse a leer.
¿Alguien
sabe como se dice aquí está? ¿Qué palabra se utiliza para presentar una cosa?,
preguntó el maestro, y yo levanté la mano: “voilà”, pronuncié muy orgullosa,
sin saber que aunque así se escribe debía pronunciar “vualá”. Ni idea tenía de
las reglas de pronunciación francesas y algo parecido le debe pasar a la
“pobre” Ana Botella, que tanto nos ha hecho reír estos días.
Uno se
ríe, porque como bien dicen los sabios, “más vale reír que llorar”, pero lo que
realmente ha provocado la alcaldesa de la Capital de España es otra arruga profunda
que se añade a los surcos de tristeza causados por el desgobierno y los políticos
de este país.
Comparar
a la representante de Madrid con la pequeña que quería aprender es, además de
injusto, del todo imposible. Esa mujer ha tenido muchos más años y muchísimo
más dinero para formarse como debía por madurez, por cultura, por responsabilidad
y por vivir del erario público.
Bien
mirado, sin embargo, la verdad es que no sobran las razones para reírse y
bastante falta que nos hace – sin la risa es imposible vivir – ¿Tendremos, por
tanto, que estarle agradecidos a la mujer de Aznar, que tan bien ha sabido
colocarse y que “tan bien” lleva lo de representar a la mayor ciudad española?
Es más, ¿podemos
responder con sinceridad y negar que nunca hemos tenido un patinazo hablando
idiomas? Cuando llegué al instituto no lo dudé. En esa etapa sí había posibilidades
y me cambié al inglés, como también hizo otro compañero al que, como le debe
suceder a la edil madrileña, le resultaba difícil entender que en otros lugares
no se hablara como en su casa.
Preposición
inglesa que se traduce por a/hacia, to,
pronunciado “tu”; infinitivo del verbo ir, to
go, lectura que hizo aquel compañero de la expresión ir a, “tu gu tu”. Otro
motivo de risa que también tiene doble interpretación, pues bien podría ser el
arranque de lo que merece Botella y los que son como ella, una frase que siendo
suaves podría quedar en “pa’ la calle”, que decimos los canarios.
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