Hubo
un tiempo, no hace demasiados años, en los que las casas de toda España, y por
tanto también las canarias, se alumbraban con velas. Como suele suceder en esta comunidad autónoma nuestra, la
electricidad tardó en llegar un poco más que a las grandes capitales del reino.
No digamos ya a las islas no capitalinas.
Han
pasado menos de 4 décadas desde que el suministro se generalizó en todos los
pueblos del Archipiélago que, si nada lo remedia, van a tener que volver a
viejas costumbres. “Mamá, trae la palmatoria, que se ha ido la luz”, gritaba yo
apelando a las atenciones de esa gran mujer que siempre ha encontrado la forma
de consolarme, entonces cuando era pequeña y aún ahora cuando es a mí a quien
le corresponde.
Aquella
frase no era exclusiva de mi casa, sino que se reproducía con demasiada
frecuencia en muchos hogares. Sin desaparecer del todo, hoy los cortes
eléctricos son menos frecuentes, pero amenazan con volver, en este caso de
manera voluntaria pues, como el señor Soria siga haciendo de las suyas, mucho
me temo que pocos serán los que en esta región y en este país, con 6 millones
de parados, puedan permitirse pagar un servicio que, pese a ser considerado
básico, se está convirtiendo en un lujo.
“Apaga luz, Mariluz, apaga luz, que yo no puedo dormir
con tanta luz…” podría querernos decir el señor ministro de Industria, Energía
y Turismo; un representante canario que parece haberse olvidado de sus orígenes
y que, pese a lo que aseguró en septiembre y reiteró la semana pasada, ha
anunciado estos días que el Gobierno elevará los peajes eléctricos en enero. Es
decir, que volverá a subir el recibo.
La canción popular
habla también de borrachos y cementerios, dos de las pocas alternativas
que nos dejan estos gestores de lo público a los que nada les duele en prenda,
seguramente porque ellos tienen los bolsillos llenos con nuestro dinero. O sea
que o, aprovechando las próximas celebraciones, nos ponemos contentos con el
alcohol y miramos para otro lado, o reaccionamos de una vez, para que estos políticos
dejen de cavar nuestra tumba.
Frente a la desafección por lo público, es tiempo de
una mayor implicación, tiempo de aprovechar los recursos y los derechos que aún
no nos han arrebatado, para manifestarnos y decir que así no; que existen otras
formas de gobernar, unas formas más pegadas al pueblo y más alejada de los
grandes poderes económicos, unas formas que de verdad nos lleven a cantar con
alegría y sentirnos orgullosos de Canarias y de España. ¡Felices fiestas!
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