Libertad,
igualdad y fraternidad, tres ideales de la Revolución Francesa que aprendí sin
dificultad en el colegio, pero los años y los tristes hechos me han vuelto
desconfiada. ¿Mamá, sabes que el pueblo francés se reveló en 1789? Pregunté con
la admiración que me causó el descubrimiento.
Aquel
sería uno de los cimientos sobre los que construiría mi personalidad. Supongo
que pocas son las alternativas cuando se nace en una familia humilde como la
mayoría de las que había allá por los años 70. Además, en España despuntaba una
nueva época; se empezaban a respirar aires de democracia, y todo se asemejaba a
un luminoso amanecer.
Pero
después del sol siempre viene la tormenta – ¿o era al revés el dicho? -,
fijémonos sino en la tromba de agua caída esta semana, después de los días
radiantes que nos hacían creer que todavía estábamos en verano. Igual que el
sol se escondió tras las nubes grises, las esperanzas de aquellos años
prácticamente se han desvanecido.
Vivimos
ahora una etapa sombría, que tal vez fuera necesaria, pues hay quien asegura
que el ritmo de crecimiento era
desmesurado y no se podía mantener, pero aún así resulta muy reprobable y del
todo inaceptable que bajo el paraguas de los obligados recortes se pretenda
imponer un modelo social retrogrado, que nos aleja de aquellos mágicos
conceptos que enarbolaron los franceses.
Se
ponen cortapisas a la libertad; hay tantos problemas que apenas queda espacio
para la fraternidad – viva, sin embargo, porque el pobre siempre está dispuesto
a ayudar y compartir lo poco que tiene -, y la igualdad se asemeja a un sueño
inalcanzable, lo que resulta extremadamente duro en Sanidad, Justicia,
Educación o el Fisco.
Avanzamos
hacia una superposición de individualidades, en la que no todos valemos lo
mismo. El que más tiene vuelve a ser el más poderoso y el que cuenta con más
ventajas. Se privatizan prestaciones médicas, se encarecen las causas legales,
se vuelve más difícil acceder a la formación y ¿qué decir de Hacienda? Frente a
las bonificaciones para las grandes fortunas o las facturas falsas de la
infanta, una noticia nos muestra la realidad.
EL
DIA: Hace un quinquenio que recibió una beca de unos 1.300 euros, pero no pudo
justificar el gasto cuando se lo solicitaron. La situación actual es que el
beneficiario, un chico de 17 años con una discapacidad intelectual y motriz del
78%, tiene su cuenta bancaria embargada por Hacienda, que lo persigue y lo
acusa de estafa.
Tal
vez siempre ha sido así y lo vivido durante cerca de 4 décadas fue sólo un
espejismo; tal vez aquellos conceptos sean utópicos, porque lo cierto es que
unos siempre han tenido más y otros bastante menos. Hacienda no somos todos.
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