¡Qué
llueva, qué llueva, la virgen de la cueva, los pajaritos cantan, las nubes se
levantan. Qué sí, qué no, qué caiga un chaparrón! Y el chaparrón cayó. Fue como
si el cielo también sintiera la muerte de aquel gran hombre y el mismo día en
que se celebraba su funeral decidió llover a cántaros.
Llovió
en Sudáfrica mientras le daban el último adiós a Mandela y llovió aquí en
Canarias, a miles de kilómetros de distancia, pero donde también somos muchos
los que lamentamos la pérdida del ex presidente de la República sudafricana,
Premio Nobel de la Paz y, sobre todo, una luz que supo iluminar el camino y un
símbolo de esperanza.
Mandela
nació con alma de líder y ni siquiera los 27 años que pasó en la cárcel
truncaron su esencia. Más bien sucedió al contrario, pues sus convicciones se
afianzaron y finalmente alcanzó su sueño, un comienzo para una Sudáfrica más
justa e igualitaria, sin separaciones por cuestión de raza, un país del que
todos pudieran sentirse orgullosos.
Aún
queda mucho camino por andar. De eso no hay duda, pero la contribución de
Madiba, título honorífico otorgado por los ancianos, fue inmensa. El mundo
sería muy distinto sin las aportaciones de personas que como Mandela han
demostrado que una sociedad mejor no sólo es posible, sino alcanzable.
90 representantes
internacionales, entre los que estaban el mandatario estadounidense, Barack Obama, el primer ministro
británico, David Cameron, el secretario general de Naciones Unidas, Ban Ki
Moon, y el presidente francés, François Hollande, además del presidente
español, Mariano Rajoy, y muchos ex dirigentes, acudieron a la ceremonia de despedida
celebrada el mismo día que aquí se declaraba una alerta meteorológica por
lluvia y viento.
El sol
dejó de brillar. Por unas horas tuvimos que interrumpir nuestra actividad
cotidiana. Las precipitaciones fueron
fuertes e intensas y, aunque seguramente serán muchos los que piensen que nada
tiene que ver una cosa con la otra, también son bastantes los que opinan que
las casualidades no existen.
Sea de una u otra manera, lo cierto es que nos ha
dejado un ser humano cuyos logros son demasiados como para enumerarlos en un solo
recortable, cuando además son muchos los estudiosos que lo han hecho y lo saben
hacer mejor. Quedémonos, por tanto, con el espíritu de lucha, libertad e
ilusión con el que creció y que mantuvo intacto hasta el final.
Los
días de lluvia, en los años de mi infancia, mis amigas y yo nos poníamos las
botas de agua y salíamos a cantar y chapotear en los charcos. ¡Qué llueva, qué
llueva…! Gritábamos todas y en verdad hace falta que lluevan muchos Mandela.
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