Mi
madre me daba una última cucharada de compota de frutas y añadía: “¡Pero si
va desnudo!” Era el grito del niño que se atrevió a decirle la verdad al
emperador vanidoso, un rey desnudo, que se creía con un magnífico vestido que los
necios no podían ver.
Las
meriendas se hacían más ricas con cuentos como aquella fábula que esta semana
me trae a la memoria el señor Rajoy. Nuestro presidente del Gobierno - igual
que la mayoría de los políticos, pero este con mayor pecado – se parece
bastante al rey de aquel cuento, que no quería reconocer la realidad.
Mes tras mes aumentan las desigualdades sociales, pero Rajoy se muestra inflexible: según él, ahora toca hablar de la buena marcha de la economía, de los anuncios de crecimiento del Producto Interior Bruto (PIB) para este año y el próximo, y de los “buenos datos” de empleo del pasado mes. Una alegría que asegura que nada ni nadie se la va a quitar.
De manera machacona y
sobretodo hiriente para los millones de españoles que atravesamos una situación
difícil, afirma en entrevistas y en sesiones de control al Ejecutivo, que hay
un cambio de tendencia. Pretende contrarrestar a quienes evidencian que esta va a ser una legislatura perdida para el empleo; va a acabar
con menos población activa y más paro.
El presidente Rajoy declara
también que el reparto del esfuerzo que se ha pedido a los ciudadanos para
salir de la crisis ha sido "equitativo", tanto desde el punto de
vista de los ingresos como de los gastos. Se olvida, no obstante, de que a las
grandes fortunas españolas les está yendo muy bien.
Los ricos son cada vez más
ricos y cada vez hay más pobres. Y se olvida, además, de tragedias que día a
día viven los jóvenes y los mayores que no tienen trabajo, o la violencia que
sufren las mujeres, cada vez con menos posibilidades de decidir – véase la reforma del la Ley del Aborto o el
aumento de declaraciones machistas -.
Los gobernantes españoles,
los nacionales, pero demasiadas veces también los regionales y los locales, no
se paran en detalles. “España va bien”, declaró en su día Aznar y sigue
empeñado en repetir bastantes años después su homónimo Rajoy.
Ellos, como los que les
acompañan en el Gobierno, deben usar gafas especiales que permiten ver cosas
que los demás no podemos captar. Aunque puede también que les pase como al
mandatario del cuento, que pese a verse desnudo se lo negaba, en aquella
historia para no reconocerse necio, y en esta, además, para mantenerse en la
poltrona del poder.
Me ha gustado mucho, Blanca Delia. Estos están bien arropados, blindados ante críticas y desprecios, y seguros del voto borreguil. Difícil quitarlos del poder.
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