viernes, 23 de mayo de 2014

Llegó la hora




Poco importaba lo mucho que había estudiado. Cuando llegaba la hora del examen siempre me ponía nerviosa. Mi madre intentaba darme ánimos. Ella siempre ha confiado en mí y por aquel entonces me veía pasar horas y horas pegada a los libros; incluso me animaba a abandonar la tarea por un rato y despejar la mente, para luego volver con más energía.

Yo seguía su consejo y acertaba. Había que parar un momento y dar tiempo a la cabeza. Reflexionar y luego actuar, igual que debemos hacer el próximo fin de semana. Llegó la hora y no podemos quedarnos en casa. No deberíamos renunciar a un derecho que nos ha costado siglos enteros de lucha. No dejemos que decidan por nosotros.
 
¿Por qué crees que se negaba el derecho al voto a grupos enteros de población, a los pobres, a los obreros, a las mujeres…? ¿Acaso queremos volver al pasado? Al votar mostramos que existimos y queremos que cuenten con nosotros; el voto es el fundamento de la democracia, que sin ser un sistema de organización social ideal, sin duda es el menos malo.

El silencio no transmite ningún mensaje a los políticos, simplemente les deja mayor libertad y siempre, de una manera u otra, nos veremos afectados. Aunque no lo parezca, el voto tiene mucha utilidad. Con una simple papeleta podemos decir sí queremos una Europa más unida y solidaria o una comunidad más fragmentada y gobernada por y para los poderosos.

Es verdad que a simple vista todos los partidos políticos podrían parecernos lo mismo. Y es verdad que muchos representantes sólo se acuerdan de sus electores cuando llega la cita con las urnas, pero debemos ir más allá. Son muchas las razones para no aislarse. Todo lo contrario. Cuanto peor lo hagan más debemos involucrarnos y gritar que así no.

No son válidas las falsas disculpas seis días después de haber evidenciado una actitud machista; no son creíbles los mensajes de optimismo cuando se recortan servicios públicos y se suprimen derechos de los trabajadores, y no son confiables quienes siguen apoyándose en la herencia recibida e intentan justificar los incumplimientos electorales.

“Ya está bien por hoy”, me decía mi madre que acababa de entrar a mi habitación y apagar la luz para que apartara los apuntes y me durmiera, dejando tiempo a la mente para que procesara la información. Pero sólo durante los primeros años de vida, cuando no somos capaces de valorar todos los riegos, podemos dejar que otros tomen decisiones.

Alcanzada la edad adulta no podemos dejar que otros decidan por nosotros ni el próximo domingo, ni ningún otro día de ningún año.

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