jueves, 28 de marzo de 2013
jueves, 21 de marzo de 2013
La primavera
Blancas, amarillas, rojas, malvas y hasta azules como el añil y sobre un manto verde. Grandes, medianas y diminutas, muy parecidas a las margaritas y, sin embargo, distintas.
La primavera ya es una realidad en las carreteras de la
Isla, cuyos márgenes aparecen como si hubieran sido plantados por una eficaz
jardinera o jardinero, amante de los colores y los valores de la naturaleza.
No sé cómo se llaman estas flores y muchas veces he
pensado en intereserme por sus denominaciones, pero siempre desisto de la idea,
pues estoy convencida de que ningún apelativo hará justicia a tanta belleza y
sensaciones – mucho menos esas palabras tan difíciles que escogen los
científicos- Prefiero jugar a ponerles nombres a medida que me las encuentro y
en todos reflejo mis mejores deseos.
Aspiraciones, olores e imágenes, que es posible
encontrar no sólo a ras de suelo, en los límites de las cunetas, sino también
sobre nuestras cabezas cuando cruzamos los túneles vegetales que forman los
frondosos árboles, y que son un verdadero placer para los sentidos y para
recorrer la Isla en esta época del año.
Cuando llegué a la Isla me mareaban las curvas y me
fastidiaba el hecho de tardar prácticamente una hora en llegar a cualquier
lugar, por pocos que fueran los kilómetros que separan un sitio de otro. Sin
embargo, en cuanto te acostumbras descubres el encanto de desplazarse sin
prisas o al menos con el tiempo suficiente para disfrutar del paisaje.
Desde la Villa hasta el cruce de Pajarito y desde
allí hasta Laguna Grande, para luego seguir rumbo al valle del que fue un gran
rey aborigen y que, sin duda, también contemplaba extasiado la fuerza de la
flora con la que los habitantes de la Isla han sabido convivir en armonía.
En el camino que conduce a los que fueron dominios
del sabio Hupalupo hay varios de de esos pasos bajo cúpulas de ramas y hojas
que parecen trasladarnos a otro mundo. Pero no sólo aquí, sino en cualquier
lugar de la vía que conduce al Sur y también en la que transcurre por el Norte
es posible recrearse y respirar las bondades del clima.
Bajo los párpados y casi puedo evocar las
sensasiones del viaje; parece incluso que percibo el aroma de aquella
vegetación, que me hace comprender las razones por las que cada vez más
turistas extranjeros y nacionales deciden pasar sus vacaciones en la Isla. Sin
embargo, abro los ojos y descubro que no es tan fuerte mi imaginación: son las
flores que corté durante mi última excursión y que todavía llenan de luz y vida
el salón de mi casa.
Debate santo
¡En pie!
Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre… El ritual se
repetía todas las mañanas y marcaba el comienzo de las clases. Sobre la pizarra
un crucifijo y sobre la mesa del profesor, la foto de un jefe de gobierno que
no se podía cuestionar.
Aún era demasiado pequeña para comprender los cambios, cuando la foto individual fue sustituida por la de una pareja de reyes y pronto se suprimió también el símbolo religioso y el rezo inicial. España se declaró país laico desde hace más de tres décadas y, sin embargo, todavía hay quien rechaza que haya actividad pública durante las festividades de la iglesia.
El Parlamento canario ha fijado la celebración del Debate sobre el Estado de la Nacionalidad para los próximos 26 y 27 de marzo, o lo que es lo mismo, el martes y el miércoles de Semana Santa que, según algunos gobernantes y expertos en temas de gobierno, además de otros tantos generadores de opinión, no es el mejor momento.
Los argumentos en contra apuntan hacia una clara intención de ocultar, pasar desapercibido o evitar críticas en unos momentos en los que son pocas las victorias que se pueden contar. Entienden que esos días la población estará más distraída con la celebración cristiana que conmemora la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús o, en su defecto, con las correspondientes vacaciones.
Se olvidan, sin embargo, de que pocos son los que a estas alturas de la crisis pueden permitirse vacaciones y menos aún los que siguen la actividad del Parlamento de Canarias, ni siquiera en “período laboral”. Y se olvidan también de que todos los parlamentarios, que se sientan en mullidos sillones y se mueven por pasillos y despachos de señoriales edificios, son unos privilegiados que mantienen copiosos sueldos, pagados por todos y cada uno de los ciudadanos.
Lo mínimo que se puede pedir a nuestros trabajadores, es decir a todas las personas que se dedican al interés general, es que se ganen su salario, con más razón dada la realidad actual. Incluso habría que exigirles esa mayor productividad, que tanto se ha puesto de moda: hacer más con menos.
Negar la posibilidad de un debate público en una época vacacional que más tiene que ver con la fe que con el merecido descanso de un país aconfesional, resulta, cuando menos ilógico, y sólo facilita las vacaciones de aquellos que en lugar de relajarse, lo que tienen que hacer es trabajar más y mejor - en Semana Santa, en agosto, todos los meses y todos los días - , con exámenes no sólo cada 4 años, sino de manera habitual, para que crezca la participación y podamos avanzar.
miércoles, 20 de marzo de 2013
Aquellos maravillosos años!!!
Recuerdo los días en que entraba a trabajar a las 11:00 de la mañana y no volvía a casa hasta pasadas las 02:30 horas, después de recoger la copia del periódico que se vendería la mañana siguiente. Eran días en los que aún recogíamos por teletipo las noticias de economía y la información para la página de la bolsa, días difíciles, pero mucho más felices que los actuales. Han pasado ya 23 años. AÑORANZA!!!
jueves, 14 de marzo de 2013
El oro negro
Los domingos por la mañana nos despertábamos con el repicar de las campanas. Mi madre nos daba un baño; nos vestía, y nos mandaba a misa. Almorzábamos todos juntos y, por la tarde, con la misma falda escocesa y los calcetines blancos hasta la rodilla, mi hermana y yo nos íbamos al cine.
La entrada costaba 25 pesetas y siempre llevábamos un duro más, con el que yo me compraba un bombón de chocolate y ella un paquete de conguitos. Claro que eso no era siempre, porque a veces no había ni para ese pequeño gasto.
Han pasado más de 30 años de aquella rutina, en la que sí era verdad lo que ahora tanto le gusta repetir a nuestros gobernantes: “¿de dónde, si no hay dinero?”, te contestan para negar el empleo o la ayuda, y yo, que antes creía, porque veía lucha y sacrificio, hoy no les creo nada.
Es cierto que la crisis golpea con fuerza, pero mucho más fuerte nos ha tocado la mala gestión y el desinterés por todo lo que no sea propio o, lo que es lo mismo, el egoísmo de un sistema que pretende mantenerse menguando sólo las bases, cuando todo el que tiene algo de lógica entiende que cualquier edificación que se descalce acaba derrumbándose.
No hay dinero y se merman las plantillas, se reducen los salarios, se proponen minijobs – en realidad minisueldos - y se alaba la emprendeduría, entre otras “brillantes” medidas que acaban con los derechos de los trabajadores, mientras se mantienen gobiernos llenos de jugosos sueldos y “personas ejemplares”, que además reciben dietas muy superiores al salario de cualquier ciudadano de a pie.
Claro que también había ricos y pobres cuando yo era chica, y así nos iba. Pero sucedió después que llegó la bonanza y surgieron muchas oportunidades que a todos beneficiaron, sobre todo a los dirigentes, cuyas asignaciones subieron como la espuma y todavía se sostienen a base de negar la posibilidad al que menos tiene.
Embriagados por el dinero fácil, han dejado pasar el tiempo sin apenas pensar en el futuro y llegamos así al momento actual, en el que, pese a presumir de ser una tierra de sol y playa, se olvida la potencia del astro rey, se relega la fuerza del viento y se obvia la posibilidad del mar.
Se apuesta en cambio por el oro negro que supuestamente se esconde bajo el océano, y que esta semana ha vuelto a manar a raudales en el Parlamento canario, como también mana en bolsillos, cuentas corrientes y mansiones de quienes, aquí y en todo el territorio nacional, desaprovecharon y desaprovechan la oportunidad de planificar un desarrollo sostenible.
jueves, 7 de marzo de 2013
Cinco millones y subiendo
No
recuerdo ningún día en que mi padre o mi madre no tuvieran trabajo. Más bien al
contrario pues, aunque tampoco abundaban las oportunidades, siempre cabía alguna
alternativa. Incluso hubo un tiempo en que él salía de noche a pescar para de
día vender lo pescado, pero aquella era otra época, años en los que el esfuerzo
siempre daba frutos y hoy nada es igual.
España
ha evolucionado. Nuevas leyes regulan el mercado laboral y, al menos en teoría,
garantizan el derecho al empleo. Llegamos así a las últimas reformas del Partido
Popular, que ascendió al poder enarbolando la bandera de la lucha contra el
paro, y con el que, según los últimos datos del Inem, ya hemos superado los
cinco millones de desempleados.
No
hay que olvidar, además, que el Inem sólo contabiliza las personas paradas
inscritas en el servicio público, pero existen otros datos que suman a todos
los que en edad laboral no encuentran trabajo, estén o no inscritos en los
registros oficiales. El desempleo supera entonces los 6 millones.
Los
hechos son tozudos y, con paraguas como la crisis internacional o
interpretaciones tan estúpidas como que ha empezado a frenarse el crecimiento
del paro, resulta imposible guarecerse de temporales como los que nos azotan y
que nada tiene que ver con la borrasca que acabamos de pasar. El transcurso de los meses evidencia el alza
de lo que se ha convertido en la mayor tragedia para España desde los tiempos
de la posguerra.
El
hambre y las penurias nos acechan y amenazan con volver. Ya son muchas las
regiones, entre ellas Canarias, en las que los parados se sitúan en torno al 30% de la población activa, y cerca de la
mitad no cobra ningún tipo de prestación.
Es
evidente que la “flexibilidad” o el abaratamiento del despido no han sido, son
ni serán soluciones. Si para algo han servido las últimas modificaciones ha
sido para aumentar las cifras de personas sin ocupación y, lo que es peor, de trabajadores
y trabajadoras a quienes se ha dejado sin horizonte.
Sirva como ejemplo la gran preocupación por la juventud, que deriva en próximos incentivos a la contratación como es la bonificación del 100% de la Seguridad Social para las empresas que contraten a menores de 30 años.
Lo anunció Rajoy en el último debate del estado de la nación y mucho me temo que pueda tener el mismo efecto que sus anteriores medidas, es decir, más despidos, que se añadirán a todos esas otras personas que ya no tienen como mantener a sus familias, tal y como sí pudieron hacer mis padres toda su vida.
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