¡En pie!
Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre… El ritual se
repetía todas las mañanas y marcaba el comienzo de las clases. Sobre la pizarra
un crucifijo y sobre la mesa del profesor, la foto de un jefe de gobierno que
no se podía cuestionar.
Aún era
demasiado pequeña para comprender los cambios, cuando la foto individual fue
sustituida por la de una pareja de reyes y pronto se suprimió también el
símbolo religioso y el rezo inicial. España se declaró país laico desde hace
más de tres décadas y, sin embargo, todavía hay quien rechaza que haya
actividad pública durante las festividades de la iglesia.
El
Parlamento canario ha fijado la celebración del Debate sobre el Estado de la
Nacionalidad para los próximos 26 y 27 de marzo, o lo que es lo mismo, el
martes y el miércoles de Semana Santa que, según algunos gobernantes y expertos
en temas de gobierno, además de otros tantos generadores de opinión, no es el
mejor momento.
Los
argumentos en contra apuntan hacia una clara intención de ocultar, pasar
desapercibido o evitar críticas en unos momentos en los que son pocas las
victorias que se pueden contar. Entienden que
esos días la población estará más distraída con la celebración cristiana
que conmemora la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús o, en su defecto, con
las correspondientes vacaciones.
Se
olvidan, sin embargo, de que pocos son los que a estas alturas de la crisis
pueden permitirse vacaciones y menos aún los que siguen la actividad del
Parlamento de Canarias, ni siquiera en “período laboral”. Y se olvidan también
de que todos los parlamentarios, que se sientan en mullidos sillones y se
mueven por pasillos y despachos de señoriales edificios, son unos privilegiados
que mantienen copiosos sueldos, pagados por todos y cada uno de los ciudadanos.
Lo mínimo
que se puede pedir a nuestros trabajadores, es decir a todas las personas que
se dedican al interés general, es que se ganen su salario, con más razón dada
la realidad actual. Incluso habría que exigirles esa mayor productividad, que
tanto se ha puesto de moda: hacer más con menos.
Negar la
posibilidad de un debate público en una época vacacional que más tiene que ver
con la fe que con el merecido descanso de un país aconfesional, resulta, cuando
menos ilógico, y sólo facilita las vacaciones de aquellos que en lugar de
relajarse, lo que tienen que hacer es trabajar más y mejor - en Semana Santa, en agosto, todos los meses
y todos los días - , con exámenes no sólo cada 4 años, sino de manera habitual,
para que crezca la participación y podamos avanzar.
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