Lejos de
desaparecer, los juegos, que se consideran propios de la infancia, se mantienen
a lo largo de toda la vida, aunque con el paso de tiempo son cada vez en más
peligrosos. ¡Que se lo pregunten si no a los actuales dirigentes del Gobierno
español, amenazados e intimidados por los manejos del ex tesorero!
¿Verdad o
consecuencia? El paso a la adolescencia abrió el camino a este tipo de
entretenimientos. Nos gustaba sentarnos en corro y preguntar e idear difíciles
mandatos. Transcurría un tiempo que prácticamente coincide con la entrada de
Luis Bárcenas en lo que hoy es el Partido Popular, antes AP.
Era joven
y sobradamente preparado, así que pronto se convirtió en parte decisiva de la
formación política en la que llegó a ser un poder fáctico. Hoy está en la
cárcel y amenaza con hacer caer al Ejecutivo de Mariano Rajoy, no está muy
claro aún si sólo con verdades o también con mentiras, pero lo que sí resulta
evidente es que ha destapado una trama bastante más que vergonzosa.
Imposible
evitar la desafección de los ciudadanos y recuperar la confianza en la
política; inalcanzable la credibilidad de los actuales representantes públicos,
e inadmisible que desde las instituciones generales se sigan pidiendo
sacrificio tras sacrificio a la depauperada clase obrera cuando, hayan sido
declarados o no, se mantenían, y no me extrañaría que pronto descubramos que se
mantienen, sobresueldos que multiplican por mucho los ingresos de una familia
media.
El ex tesorero
había negado hasta ahora la contabilidad paralela de su puño y letra
publicada por EL PAÍS hace cinco meses. Pero esta semana El Mundo
publicó una parte de los originales de esos documentos, y contó que se los
entregó el propio Bárcenas, un gesto que demuestra que ha decidido iniciar una
dura ofensiva que afecta directamente a Mariano Rajoy.
Poco
importa si Bárcenas es o no un sinvergüenza que juega al chantaje con quienes
hasta hace nada alimentaba, lo que realmente queda es un asco cada vez mayor y
unas ganas inmensas de que de una vez por todas expulsemos toda la porquería,
para ver si entonces es posible empezar de nuevo.
No es
cuestión de evitar denuncias y tapar faltas, a fin de no provocar el
descontento y evitar que el ciudadano se aleje aún más de la política, como
tampoco sirve de nada el pertinaz y despectivo silencio. Lo que ciertamente se
impone es todo lo contrario: acabar de una vez por todas con un sistema
corrupto, del que pocos se salvan, y dar paso a una nueva posibilidad, una
nueva esperanza para esta triste y enfangada sociedad que entre todos hemos
construido.
Blanca Delia García
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