Con
todas sus luces y sus sombras, resulta imposible negar que con el Gobierno de
José Luis Rodríguez Zapatero España avanzó hacia la tolerancia, la madurez, la
modernidad y, en definitiva, hacia ese flamante siglo XXI del que a muchos les
gusta presumir.
Todavía
recuerdo un viaje a Roma en el que, cenando con un grupo de personas de diferentes
nacionalidades, se alababan los ejemplos que daba nuestro país en aquellos
primeros años de Ejecutivo socialista. Se autorizó el matrimonio homosexual, se
aprobó la ley de igualdad, se rechazaron acuerdos bélicos…
Muchos
países se sumaron y se suman todavía a políticas que inició esta nación. Sin
embargo, le hemos dado la vuelta a la tortilla. A pasos agigantados nos
dirigimos ahora hacia épocas que creíamos superadas, pero que amenazan con
volver, sino no están ya aquí, implantadas y creciendo entre nosotros.
No
es sólo una cuestión económica, que nos ha hecho retroceder a situaciones de
precariedad que no se vivían hace décadas – véase los datos de pobreza y la
necesidad de dar comidas gratis en los colegios, también en verano, o atendamos
a los números que apunta que ya van ocho trimestre seguidos en los que la
economía decrece, colocándonos en la recesión más larga de la historia
reciente.
Y
señales son también el contenido de la nueva reforma educativa, que devuelve poder
a la asignatura de religión; la propuesta para que las mujeres deban estar
ingresadas durante 24 horas antes de que puedan ser contabilizadas como
víctimas de violencia de género, o la reforma que restringe la Ley del Aborto.
Definitivamente
se acabaron los tiempos de progreso. Vamos pa’ tras como los cangrejos, hacia
una sociedad de ricos y pobres, aupada en el valor del sexo y la religión, una
sociedad de antaño en la que el PP es la máquina del tiempo.
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