jueves, 14 de marzo de 2013

El oro negro






Los domingos por la mañana nos despertábamos con el repicar de las campanas. Mi madre nos daba un baño; nos vestía, y nos mandaba a misa. Almorzábamos todos juntos y, por la tarde, con la misma falda escocesa y los calcetines blancos hasta la rodilla, mi hermana y yo nos íbamos al cine.


 


La entrada costaba 25 pesetas y siempre llevábamos un duro más, con el que yo me compraba un bombón de chocolate y ella un paquete de conguitos. Claro que eso no era siempre, porque a veces no había ni para ese pequeño gasto.


 


Han pasado más de 30 años de aquella rutina, en la que sí era verdad lo que ahora tanto le gusta repetir a nuestros gobernantes: “¿de dónde, si no hay dinero?”, te contestan para negar el empleo o la ayuda, y yo, que antes creía, porque veía  lucha y sacrificio, hoy no les creo nada.


 


Es cierto que la crisis golpea con fuerza, pero mucho más fuerte  nos ha tocado la mala gestión y el desinterés por todo lo que no sea propio o, lo que es lo mismo, el egoísmo de un sistema que pretende mantenerse menguando sólo las bases, cuando todo el que tiene algo de lógica entiende que cualquier edificación que se descalce acaba derrumbándose.


 


No hay dinero y se merman las plantillas, se reducen los salarios, se proponen minijobs – en realidad minisueldos - y se alaba la emprendeduría, entre otras  “brillantes” medidas que acaban con los derechos de los trabajadores, mientras se mantienen gobiernos llenos de jugosos sueldos  y “personas ejemplares”, que además reciben dietas muy superiores al salario de cualquier ciudadano de a pie.


 


Claro que también había ricos y pobres cuando yo era chica, y así nos iba. Pero sucedió después que llegó la bonanza y surgieron muchas oportunidades que a todos beneficiaron, sobre todo a los dirigentes, cuyas asignaciones subieron como la espuma y todavía se sostienen a base de negar la posibilidad al que menos tiene.


 


Embriagados por el dinero fácil, han dejado pasar el tiempo sin apenas pensar en el futuro y llegamos así al momento actual, en el que, pese a presumir de ser una tierra de sol y playa, se olvida la potencia del astro rey, se relega la fuerza del viento y se obvia la posibilidad del mar.


 


Se apuesta en cambio por el oro negro que supuestamente se esconde bajo el océano, y que esta semana ha vuelto a manar a raudales en el Parlamento canario, como también mana en bolsillos, cuentas corrientes y  mansiones de quienes, aquí y en todo el territorio nacional, desaprovecharon y desaprovechan la oportunidad de planificar un desarrollo sostenible.

No hay comentarios:

Publicar un comentario