miércoles, 24 de julio de 2013

Verdad o consecuencia



Lejos de desaparecer, los juegos, que se consideran propios de la infancia, se mantienen a lo largo de toda la vida, aunque con el paso de tiempo son cada vez en más peligrosos. ¡Que se lo pregunten si no a los actuales dirigentes del Gobierno español, amenazados e intimidados por los manejos del ex tesorero!

 

¿Verdad o consecuencia? El paso a la adolescencia abrió el camino a este tipo de entretenimientos. Nos gustaba sentarnos en corro y preguntar e idear difíciles mandatos. Transcurría un tiempo que prácticamente coincide con la entrada de Luis Bárcenas en lo que hoy es el Partido Popular, antes AP.

 

Era joven y sobradamente preparado, así que pronto se convirtió en parte decisiva de la formación política en la que llegó a ser un poder fáctico. Hoy está en la cárcel y amenaza con hacer caer al Ejecutivo de Mariano Rajoy, no está muy claro aún si sólo con verdades o también con mentiras, pero lo que sí resulta evidente es que ha destapado una trama bastante más que vergonzosa.

 

Imposible evitar la desafección de los ciudadanos y recuperar la confianza en la política; inalcanzable la credibilidad de los actuales representantes públicos, e inadmisible que desde las instituciones generales se sigan pidiendo sacrificio tras sacrificio a la depauperada clase obrera cuando, hayan sido declarados o no, se mantenían, y no me extrañaría que pronto descubramos que se mantienen, sobresueldos que multiplican por mucho los ingresos de una familia media.

 

El ex tesorero había negado hasta ahora la contabilidad paralela de su puño y letra publicada por EL PAÍS hace cinco meses. Pero esta semana El Mundo publicó una parte de los originales de esos documentos, y contó que se los entregó el propio Bárcenas, un gesto que demuestra que ha decidido iniciar una dura ofensiva que afecta directamente a Mariano Rajoy.

 

Poco importa si Bárcenas es o no un sinvergüenza que juega al chantaje con quienes hasta hace nada alimentaba, lo que realmente queda es un asco cada vez mayor y unas ganas inmensas de que de una vez por todas expulsemos toda la porquería, para ver si entonces es posible empezar de nuevo.

 

No es cuestión de evitar denuncias y tapar faltas, a fin de no provocar el descontento y evitar que el ciudadano se aleje aún más de la política, como tampoco sirve de nada el pertinaz y despectivo silencio. Lo que ciertamente se impone es todo lo contrario: acabar de una vez por todas con un sistema corrupto, del que pocos se salvan, y dar paso a una nueva posibilidad, una nueva esperanza para esta triste y enfangada sociedad que entre todos hemos construido.

 

Blanca Delia García

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