Me
enamoré de unas esclavas amarillas. En casa no había mucho dinero, pero mi
madre, como todas las madres, tiene debilidad por su hija así que, después de
escuchar una y otra vez que yo quería aquellas cholas, me mandó a que preguntara
el precio.
Tardé
menos de cinco minutos en llegar a la tienda y enterarme de lo que debía pagar
para tener aquel tesoro, pues aunque no era de oro sino de goma mi madre tuvo
que hacer un verdadero sacrificio para que pudiera comprármelo. Me dio el dinero
y corrí de nuevo, pero cuando fui a pagar el tendero me dijo que aquello no me
daba más que para cubrir un pie.
Desolada
volví a casa y se lo conté a mi madre, que me cogió de la mano y me llevó de
vuelta a la tienda, donde se mostró más que enfadada. El hombre se disculpó
diciendo que sólo era una broma y salí del lugar con mis pies relucientes como
el color del sol.
Sin
embargo, no todas las historias relacionadas con el comercio tienen el mismo
final feliz y si no que se lo pregunten a aquel muchacho que antes de Reyes vio
una chaqueta preciosa que no se compró. Pensó que era mejor esperar a las
rebajas, porque con la crisis no está la cosa para muchos gastos.
Transcurridos
unos días llegó la oportunidad y volvió al establecimiento para descubrir que
pese a los ansiados descuentos la chaqueta mantenía el mismo precio, con la
única variación de que habían añadido una etiqueta que apuntaba, tachada, una
cantidad mayor.
Lógica,
por tanto, la estimación de los comerciantes, quienes aseguran que las ventas
en las primeras horas de la campaña han sido menores que el arranque del año
pasado. Reconocen que estos días hay mucha gente en la calle, pero insisten en
que se vende menos.
Los
descuentos que se anuncian oscilan entre un 15 y un 75 por ciento, pero los
porcentajes más altos no se dan más que en camisetas o artículos muy pasados de
moda. Claro que se puede encontrar algún chollo y que, por supuesto, la
picaresca no es generalizada, pero por qué no se adelantaron los descuentos.
Para
estas rebajas se dictó un decreto que permitía iniciar la temporada al 2 de
enero, aunque en Canarias no llegó hasta el día 7, ya que un año más las
comisiones insulares de comercio, en las que están representadas los
comerciantes, optaron por esperar a después de las fiestas.
Tomada
la decisión de no aprovechar el período de regalos por excelencia, aún sabiendo
que la crisis ha menguado con mucho la posibilidad de gasto, sobran las
lamentaciones de los empresarios, que obligan a sólo mirar y renunciar o buscar
y rebuscar para poder comprar.
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