Sucedió
un día de invierno; mi madre le decía a mi padre que estaría bien hacer un buen
caldo, y mi hermana no lo pensó dos veces. Se fue al traspatio; cogió por el
cuello la gallina más grande que encontró y empezó a darle vueltas.
Sobresaltados por el cacareo, corrimos hacia el corral.
Ella
quería complacer a mamá, pero era pequeña y no tenía mucha fuerza, así que el
pobre animal se desgañitaba pidiendo auxilio “¿Pero dónde has visto tú hacer
esto?” preguntó mi madre, mientras acababa con aquel tormento. ¡Lástima que no
resulte tan fácil terminar con el que sufrimos los españoles!
No
es que quiera yo hacer sopa con ningún político - no habría quien se tragara
ese guiso, ni soy partidaria de la violencia -, pero hay muchos que mejor se
quiten del medio. Intereses personales siempre ha habido, son parte de nuestra
condición humana, pero la realidad en este país ha superado todo límite.
Los
22 millones de euros que Bárcenas llegó a tener en cuentas suizas, sin que se
sepa muy bien cómo; los sobresueldos en sobres con los que se paga a dirigentes
del PP y, por situarnos en terreno más regional, el “estudio- reducción” del
descuento en viajes a los residentes es mucho más que ruido.
Luego
salen con intenciones de pactar los grandes temas por y para el bien de
Canarias ¿Pero qué bien, cuando sólo están causando males? Y habrá quien diga
que aquí se están mezclando muchos asuntos, pero en el fondo se trata de uno
sólo: la sinvergonzonería que han alcanzado los políticos.
Lamentablemente,
el problema no es exclusivo de ninguna formación. En ninguna falta dios y en
todas cuecen habas, aunque las hay más dañinas que otras; hay las que son
criminalizadas a la primera y quienes siempre encuentran otro culpable. Los que
son disciplinados y los que se dedican a machacarse unos a otros, además de los
que están en medio para aprovechar de los dos lados.
“No
me consta” no es una explicación, como tampoco lo son los anuncios de
auditorías internas y externas pues, aunque es bien cierto que tienen que
hacérselo mirar – parecen convencidos de que lo están haciendo bien -, lo que
en verdad hace falta es que afronten la
realidad con más honestidad, sin intentar arrimar el ascua a su sardina y,
sobre todo, sin querer engañar a nadie.
Dedicado
a todos los que acusan a los demás de cacarear, sin querer darse cuenta que
ellos también cacarean: tomen ejemplo de la niña que quiso ayudar a su familia
con aquella gallina, pongan más empeño e intenten hacerlo mejor para que todos
salgamos adelante. Si no lo consiguen por lo menos nos quedará la esperanza de
que se destruyan unos a otros y podamos librarnos de ustedes.
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