jueves, 15 de mayo de 2014

La papa caliente




“¡Mamá, hay polos!”. Mi hermano entraba a la cocina chupando un trozo de hielo que acababa de recoger del suelo del patio. Apenas tenía 3 años y era la primera vez que veía el granizo. Granadilla es un pueblo frío en invierno, pero aquella tormenta se salió de lo habitual.



Las llamadas de atención que esta semana nos han lanzado los investigadores de la Agencia Espacial Estadounidense y la Universidad de California me han recordado aquellos tiempos. Entonces yo no había oído hablar del cambio climático, pero el día en que un niño pequeño creyó que caían helados del cielo bien podía estar asistiendo al efecto de un fenómeno del que ahora tampoco queremos tomar consciencia.



Hoy no falta la información, pero miramos para otro lado. Los unos preocupados por miserias cotidianas y los otros, los que gobiernan – incluso EEUU que nunca ha firmado el protocolo de Kioto pero se proclama salvador - , jugando a la papa caliente. La crisis ha apantallado el resto de los asuntos; es lo único que preocupa, pero poco o nada quedará por lo que preocuparse si se confirman las predicciones.



La NASA ha anticipado el "lento pero imparable colapso" de la placa de hielo antártica y la consiguiente subida notable del nivel de los océanos. El calentamiento global y el agujero de ozono son las principales causas.



Los glaciares occidentales del continente se están derritiendo y lo hacen más rápido de lo esperado, por lo que la desaparición de la Antártida es irreversible.  Los estudiosos han constatado en los últimos días que liberan cada año en el océano casi la misma cantidad de hielo que toda la capa de hielo de Groenlandia.



La conclusión es clara y contundente, el derretimiento es mucho mayor de lo esperado por la comunidad científica y, por tanto, los cálculos precedentes que indicaban que el proceso duraría siglos son erróneos.  En la Antártida la temperatura media anual ha subido 2,8 grados centígrados en el último medio siglo, lo que significa que su calentamiento es, comparable al que sufre el Ártico.



Los dos polos se derriten y en este caso la equivocación es mucho mayor y puede causar mucho más daño que la que tuvo aquel muchachito que sólo levantaba un par de palmos del suelo y que, ansioso por descubrir, salió a la intemperie del patio.



Los expertos insisten: uno esperaría este rebote a lo largo de miles de años y, sin embargo, lo hemos medido en poco más de una década. ¡Sólo diez años!, un tiempo que ya no tenemos y que no podemos seguir perdiendo, pues lo que está en juego es algo tan grande como la conservación o la destrucción del planeta.

No hay comentarios:

Publicar un comentario